Mal año para el campo fue el de 1605, en una España agrícola sometida
a los incontrolables avatares climatológicos. Muy dura fue la sequía
en Valladolid y en el resto de España: Andalucía, agravada por una plaga
de cigarrones, La Mancha, y no sirvieron para mucho las rogativas.
La consecuencia fue el hambre y la subida de precios del trigo y de la
cebada. Según Cabrera, la fanega de trigo sube de 14 reales a 18 y la de
cebada de 7 a 9 reales, mientras que Morales para Sevilla afirma que
«valió una fanega de trigo doce ducados y una hogaza cuatro reales».
En todo caso no fueron los sufridos labradores de los campos de España
quienes se beneficiaron de estas subidas, sino quienes tiene «pan de renta»,
como el cardenal de Toledo, a quien la subida le supuso unas ganancias
de 40.000 ducados.
Baste con el testimonio de la sequía, que era una alteración grave en el
vivir diario de una España fundamentalmente agrícola, sin ir aquí más allá
en otras consideraciones sobre los trabajos y los días.
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