viernes, 3 de junio de 2016

El Barroco español y la teatralidad

Para comprender el teatro del Siglo de Oro es necesario entender el papel fundamental de lo teatral en la sociedad española de aquella época, papel que está determinado por los modos del pensamiento teológico, filosófico e incluso meramente intuitivo del común de esta sociedad que se encuentra en una encrucijada, una época anómica donde todos los valores se desbaratan. Copiaré algunos puntos que reseña la página http://www.materialesdelengua.org que son esenciales para entender la teatralidad barroca, lo que la condiciona y los temas que circundan:

Éstas son algunas de las causas que explican cómo del optimismo del Renacimiento(s. XVI)se pasó al pesimismo Barroco:
  • Políticas y económicas: la situación económica española en los momentos finales del reinado de Felipe II es de bancarrota total. En el siglo XVII gobernarán tres reyes: Felipe III, Felipe IV y Carlos II, que dejarán el poder en manos de hombres de confianza, también llamados privados o validos, a menudo elegidos equivocadamente. El empobrecimiento económico y financiero a lo largo de todo el siglo XVII crece vertiginosamente ayudado por la expulsión de los moriscos, las guerras, el hambre, la peste... (Si quieres más información, aquí y aquí)
  • Sociales: como consecuencia de la ruinosa economía agrícola existe un éxodo de gentes del campo a la ciudad que provoca una incipiente masificación de las ciudades. Entre la población de éstas aumenta el número de soldados licenciados, sin oficio ni beneficio, de vagabundos, parados y pillos, todos ellos personas sin arraigo ni ideales, escépticos y desengañados.
La sociedad española sigue dominada por el alto clero y la alta nobleza; esta última se reduce en número y aumenta en riqueza. La vida económica se apoya en una burguesía que realiza pocos progresos y un campesinado donde cada vez hay más propietarios y menos jornaleros. En definitva hay un gran contraste entre los lujos de la corte y la pobreza de la mayor parte de la sociedad.
  • Ideológicas: tienen su origen en todas las causas anteriores. La situación de crisis conduce al desengaño, al pesimismo que lo inunda todo. El hombre desconfía de todo y su existencia se convierte en una lucha feroz que le supone “vivir al acecho”. El mundo se representa como algo confuso que el artista barroco representa como un “laberinto"

Como consecuencia de todos estos condicionamientos, el Barroco muestra preferencia por una serie de TEMAS y de marcas estéticas que sirven para la definición de la época y su caracterización. Los más significativos son los siguientes:
    • El mundo es un laberinto y un teatro en el que el hombre está perdido o representando su papel.
    • El sentimiento del desengaño es la palabra clave del período que expresa esa toma de conciencia de la realidad y de la falsedad de unas apariencias. Por eso, la vida es sólo sueño.
    • El paso del tiempo y la muerte son dos de los temas predilectos del barroco.
    • Se valora la invención, la novedad, la originalidad, el ingenio la acumulación y la exageración (la hipérbole).
El gusto por el espectáctulo
 
Para paliar los muchos problemas y estrecheces con que se enfrentaba la sociedad como efecto de las muchas crisis de gobierno y decadencia del imperio, y también por la intensa y arraigada afición de la sociedad barroca por la fiesta, el simulacro y el montaje escenográfico, las autoridades de la Corte organizaban, con frecuencia sorprendente, toda clase de fiestas, juegos y celebraciones, con los que se regocijaba la sociedad y el pueblo madrileño.
Cualquier suceso o acontecimiento era pretexto para organizar festejos y desfiles: visitas de reyes o príncipes, hechos políticos o diplomáticos transcendentales para la Corona y sus intereses como imperio, batallas ganadas en Europa contra nuestros enemigos, natalicios o compromisos de boda de infantes españoles, beatificaciones y canonizaciones de santos españoles, y un largo etcétera.
Eran tres, sobre todo, los organismos que organizaban estos festejos: la Corona, el Concejo y la Inquisición, y a veces, podían llevarlos a cabo en colaboración.
El escenario más usual de estos acontecimientos festivos era la Plaza Mayor, a cuyos balcones se asomaba en tales eventos lo mejor y más granado de la sociedad cortesana, la Casa Real en los balcones de la Casa de la Panadería y el Concejo en la de la Carnicería.
Los festejos variaban mucho, como corridas de toros, desfiles, carreras de jinetes, justas, picas, simulacros teológicos y religiosos, procesiones, etc.
Y, por supuesto, las representaciones teatrales a las que el público barroco acudirá siempre que pueda. "
Así, en el barroco se arraiga en la vida de forma palpable la concepción de  "Teatrum Mundi" que es expresada de forma clara en la obra de Calderón de la Barca. Esta concepción tiene similitudes con las reflexiones existenciales del teatro shakespiriano. Reseño un comentario que me parece ilustrativo de la revista electrónica El cultural, hecho por Ramón Esparza y titulado Theatrum mundi o la realidad como escenario:

"El mundo entero es un escenario y todos los hombres y mujeres no son sino actores” hace decir Shakespeare a uno de sus personajes en la comedia Como gustéis. El dramaturgo británico coincide en uno de los temas del Barroco, el theatrum mundi, al que recurrirían los autores españoles del Siglo de Oro, fundamentalmente Calderón, con su Gran teatro del mundo, en el que retrata todo tipo de personajes, desde el mendigo al poderoso. El theatrum mundi convierte la pieza teatral en una metáfora del orden social, en el que el autor (dios) dirige el destino de cada uno de los personajes. La visión del mundo como un escenario teatral implica dos ideas. La primera, la exigencia de un ojo adiestrado, o de especial sensibilidad, capaz de destacar lo extraordinario en una cotidianeidad normalmente plana. Ver el interés de lo que aparentemente carece de él. La segunda es la introducción de un orden, visual, social, de significados, en el caos de lo mundano. Para describir en el teatro la vida de humildes y poderosos, primero hay que saber contemplarla alrededor de uno mismo. Pero también hay que saber dotarlo de un cierto orden: escénico, visual, moral. El teatro de Calderón o Baltasar Gracián plantean ese tema del orden divino que el dramaturgo intenta imitar, superando la simple constatación acumuladora del Renacimiento.
 

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