martes, 22 de diciembre de 2015

Los retratos de Carlos V por Tiziano

Retrato de Carlos V sentado, 1548 

Tiziano recibe a finales del verano de 1547 dos mensajes de diferentes destinos. Uno procede de Roma donde el pontífice Paulo III le ofrece el cargo de la "piombatura". El otro será una invitación a reunirse con Carlos V en Augsburgo. El maestro veneciano aceptó la segunda invitación y en los primeros días del año 1548 puso rumbo a la ciudad imperial. Carlos V recibió con grandes honores al maestro y le encargó un buen número de obras, entre ellas el famoso retrato ecuestre y éste que contemplamos.El emperador aparece sentado en una logia que se abre al paisaje, vistiendo de negro y dirigiendo su mirada al espectador. En ese gesto se concentra buena parte de los pensamientos de este hombre de 48 años, cansado tras 32 años de gobierno y numerosos conflictos que han hecho de su reinado una larga sucesión de batallas. El emperador se nos presenta melancólico, con cierto aire de angustia pero sin perder majestuosidad, abandonando todo signo de poder por lo que se convierte en el retrato más humano y entrañable. Una vez más, el gran maestro ha sabido interpretar a la perfección la psicología de su modelo.


Carlos V a caballo en Mühlberg, 1548
Carlos V utilizó el arte como ningún monarca lo había hecho hasta el momento, así como su imagen de propaganda política. Tiziano fue el artista que mejor se acomodó a este empleo, manteniendo siempre su independencia, puesto que nunca aceptó trasladarse a España para trabajar con el emperador. En este lienzo Tiziano le retrata momentos antes de la victoria de Mühlberg contra los príncipes protestantes de Alemania y los Países Bajos que se habían aliado contra el dominio imperial. El trasfondo era claramente político, pero la excusa fue la guerra religiosa entre católicos y protestantes. Tal vez por esto, Tiziano dota a la imagen del emperador de un aura casi sagrada, en su gesto determinado, impertérrito y ajeno a la fatiga. La batalla se había desarrollado hasta el momento sin decantarse hacia ningún bando; Carlos V detiene su caballo frente al río Elba, tras el cual los protestantes se han hecho fuertes. Anochece, pero según las crónicas de la época, por supuesto pagadas por el emperador, durante el momento en que Carlos V decidía si cruzar el río o no para acabar con el enemigo, el sol se detuvo para concederle luz, y por tanto ventaja, como ocurrió con Josué en las Sagradas Escrituras. Otra referencia es la de Julio César, con el célebre paso del Rubicón, que nunca se atrevió a cruzar y que Carlos V sí atraviesa, y por tanto vence. Es, como puede verse, una complejísima elaboración iconográfica, que trasciende dos, tres o incluso más lecturas. El colorido tizianesco se aprecia por lo demás en toda su plenitud: los rojos y ocres de la tela son inimitables. Además, inaugura un género que hasta el momento se había tratado muy tímidamente y que alcanza su esplendor en el Barroco: el retrato real a caballo. Como dato curioso, que habla en favor del rigor histórico del artista, la armadura que viste el monarca es una valiosísima pieza labrada en oro y plata que se conserva en la Real Armería de Madrid. Conservado en los diferentes palacios reales que el emperador se hizo construir en España, el cuadro sufrió el incendio del Alcázar de Madrid en 1734, aunque por fortuna pudo restaurarse. Pasó, con el resto de la colección real española, al Museo del Prado en el siglo XIX.


Retrato de Carlos V con perro, 1532

Los retratos de cuerpo entero no son habituales en el Renacimiento italiano, siendo más frecuente un retrato de medio cuerpo. Para realizar esta obra, Tiziano tuvo que seguir un modelo muy empleado en la pintura alemana renacentista, debido al deseo del emperador de que copiara un retrato que le había realizado en 1532 el pintor alemán Siesenegger. Desconocemos cuál fue la causa por la que Carlos V obligó al maestro a copiar este retrato; pudo ser para probarle ya que cuando se conocieron en Bolonia, el emperador le hizo un desagravio similar. Tiziano salió de la prueba exitoso e incluso fue nombrado Caballero de la Espuela de Oro y Conde Palatino, iniciándose entonces unas fructíferas relaciones con la Corte española que se mantendrán hasta la muerte del pintor. Se le llegó a ofrecer una residencia en Madrid, que fue rechazada al desear el maestro mantener su independencia. Tiziano se mantuvo fiel al original aunque introdujo su toque personal: simplificó el suelo y la cortina y renunció al minucioso detallismo del cuadro alemán, consiguiendo un toque más majestuoso que inaugura el retrato de Estado en España, en el que destaca la personalidad del modelo sobre cualquier símbolo externo de poder. Carlos V se hace acompañar de un perro que simboliza la fidelidad. La riqueza de las telas y el carácter del monarca hacen que este retrato sea único en su género.

Waleska Barroeta

1 comentario:

  1. Fuente? Las imágenes son un poco demasiado pequeñas. La entrada es interesante.

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