martes, 31 de mayo de 2016

Algunas de sus obras más destacadas

Es una comedia cuyo título procede de una expresión ideomática: "El perro del hortelano no come ni deja comer", la cual hace alusión al argumento de la obra pues Diana, que no puede amar a Teodoro, no lo deja amar ni deja que sea amado por alguien más.
Estas tres obras del Siglo de Oro español constituyen uno de los tres dramas "municipales" de su producción dramática.
Esta es una comedia que exalta el poder educativo del amor. El manuscrito corresponde al 28 de abril de 1613
Obra que puede considerarse como una tragicomedia, que tiene como tema el destino inexorable que cobija a todos los personajes.
Comedia de enredo centrada en las intrigas de Fenisa (la discreta enamorada) que está comprometida con Bernardo, un viejo capitán viudo, pero que en realidad desea casarse con su hijo Lucindo.

REPRESENTACIÓN DE FUENTEOVEJUNA

Aquí presentamos una breve representación de la obra teatral "Fuenteovejuna", de Lope de Vega, perteneciente al año 1980.

BIOGRAFÍA DE LOPE DE VEGA

El video que adjuntamos revela aspectos de su biografía, haciendo énfasis en su vida amorosa, obra literaria, influencias, entre otros.

LÍRICA DE LOPE DE VEGA

http://www.biblioteca.org.ar/libros/89842.pdf
En estos párrafos se aprecia el estilo de Lope de Vega, el cual se evidencia en su lírica.

ESPAÑA DE LOPE DE VEGA

http://www.biblioteca.org.ar/libros/89842.pdf
Este fragmento muestra el contexto histórico de Lope de Vega, señalando la España de su tiempo.

domingo, 29 de mayo de 2016

Crisis económica y social durante los reinados de Felipe III y Felipe IV

La crisis social y económica


En el siglo XVII, España sufrió una grave crisis demográfica, consecuencia de la expulsión de casi 300.000 moriscos y de la mortalidad provocada por las continuas guerras, el hambre y la peste.

La sociedad española del siglo XVII era una sociedad escindida: la nobleza y el clero conservaron tierras y privilegios, mientras que los campesinos sufrieron en todo su rigor la crisis económica. La miseria en el campo arrastró a muchos campesinos hacia las ciudades, donde esperaban mejorar su calidad de vida; pero en las ciudades se vieron abarcados al ejercicio de la mendicidad cuando no directamente a la delincuencia.

Por otra parte, la jerarquización y el conservadurismo social dificultaban el paso de un estamento a otro y sólo algunos burgueses lograron acceder a la nobleza. La única posibilidad que se ofrecía al estado llano para obtener los beneficios que la sociedad estamental concedía a los estamentos privilegiados era pasar a engrosar las filas del clero. Este hecho, unido al clima de fervor religioso, trajo como consecuencia que durante el siglo XVII se duplicara el número de eclesiásticos en España.

Integrantes: Génesis González
                  Maria Laura Alcalá

Contexto economico y politico en España durante el reinado de Felipe III


Política exterior

A menudo suele tildarse de "pacifista" al reinado de Felipe III, debido al hecho de que, durante los diez primeros años del mismo, la monarquía hispánica canceló temporalmente sus guerras con Inglaterra y los Países Bajos. Pero ese "pacifismo" (que se inscribe dentro de la llamada "generación pacifista del barroco"), es en buena medida una ficción historiográfica, puesto que fueron los acuciantes problemas internos que tuvieron que afrontar los gobernantes de la época, y no su deseo de mantener la paz a ultranza, lo que provocó la cesura temporal de los conflictos bélicos. En el caso de Felipe III y Lerma, es más apropiado hablar de conservadurismo a la hora de caracterizar su política exterior. Tanto el rey como su valido asumieron las líneas básicas heredadas del reinado de Felipe II, pese a que el contexto político y económico de principios del siglo XVII era muy distinto. En 1597, el comercio de Indias, principal soporte de la economía hispana, se vio aquejado por una serie de fluctuaciones que fueron la primera señal de la regresión que sufriría después. Las dificultades financieras de la monarquía forzaron a Felipe III a suspender la política exterior de carácter ofensivo que había dominado en los reinados anteriores. En lugar de subir los impuestos (lo que habría aumentado el descontento social), el rey y su valido prefirieron reducir los gastos militares para paliar en lo posible la crisis económica. De ahí el famoso "pacifismo".

Durante los primeros años del reinado, las relaciones con Francia fueron tensas, debido a que el rey francés, Enrique IV, desarrolló una política antiespañola en Italia y los Países Bajos, evitando, sin embargo, el estallido de un enfrentamiento bélico. Su muerte en 1610 dio un vuelco a la situación, pues la regente, María de Médicis, se esforzó por mejorar las relaciones con España. La distensión quedó sellada en 1611 mediante la firma de un doble compromiso matrimonial: por una parte, el de Isabel de Borbón (hija de Enrique IV) con el infante Felipe (futuro Felipe IV); y, por otra, el de Luis XIII de Francia con la infanta Ana de Austria.

Las relaciones con Inglaterra también fueron de hostilidad hasta que se produjo el cambio generacional: en 1604, tras la muerte de Isabel I de Inglaterra y la subida al trono de Jacobo I, se firmó la Paz de Londres, que se mantendría en vigor durante todo el reinado de Felipe III.

En Italia, el gobierno español se vio obligado a intervenir continuamente como árbitro en las querellas sucesorias, a fin de mantener en el poder a príncipes favorables a España. El principal problema fueron la ambiciones del duque Carlos Manuel de Saboya, que aspiraba a apoderarse del ducado de Montferrato. El gobierno español lo impidió (1615) y el duque se declaró en rebeldía y, proclamándose "libertador de Italia", intentó organizar una rebelión contra la presencia española en Italia. Las fuerzas españolas del Milanesado invadieron el Piamonte y obligaron al duque a retractarse, pero la paz firmada en Pavía en 1617 no se tradujo en ninguna ventaja territorial o política, sino en el mero restablecimiento del statu quo anterior a la guerra.

Mientras tanto, en los Países Bajos proseguía la guerra. Los rebeldes holandeses lograron algunos éxitos importantes en 1600-01. Felipe III y Lerma decidieron continuar la lucha en defensa de los derechos del archiduque Alberto e Isabel Clara Eugenia, a los que Felipe II había cedido los Países Bajos antes de morir. La recuperación del comercio de Indias que se produjo en 1602-03 permitió poner en marcha una gran ofensiva militar. El general Ambrosio Spínola, que en 1604 logró conquistar Ostende, recibió el mando de las operaciones. Pero éstas concluyeron bruscamente en 1606, debido a un motín de las tropas causado por el retraso de las pagas. Este parón dio al traste con todos los esfuerzos de los años anteriores y obligó al gobierno de Madrid a ordenar una retirada parcial de Flandes. Poco después se entablaron conversaciones oficiosas de paz, pero fue imposible llegar a un acuerdo definitivo por la inflexibilidad que mostraron ambos bandos. Finalmente, en abril de 1609 se firmó la Tregua de los Doce Años, en la que, por primera vez, la monarquía española reconoció el estatuto de beligerancia de las Provincias Unidas de Holanda. Ello fue fruto del convencimiento de Lerma y del propio Felipe III de que el Imperio español podía mantener su estabilidad tal y como estaba y que bastarían acciones defensivas y alguna que otra demostración ocasional de fuerza para conservar su hegemonía.

La paz reinó hasta el gran estallido de la Guerra de los Treinta Años, en 1618. Las buenas relaciones con Inglaterra y Francia, los problemas internos del Imperio Germánico y la decadencia del Imperio Otomano permitieron el mantenimiento sin esfuerzos de la hegemonía española sobre Europa, y el duque de Lerma se guardó muy bien de alterar esta situación. Pero no supo aprovechar las oportunidades que ofrecía la paz para mejorar la situación interior del país. Así, cuando las guerras se reanudaron en 1618, la monarquía española estaba exangüe y carecía de la capacidad de iniciativa y de los recursos necesarios para mantener su hegemonía europea.


Política interior

El contexto internacional de paz permitió al gobierno español concentrarse en el problema de los moriscos, cuya expulsión se considera el hecho central de la política interior del reinado. Después del fracaso de soluciones menos traumáticas, en julio de 1609 Felipe III firmó la orden de expulsión de la población morisca. En tan drástica medida tuvieron un peso decisivo algunos personajes de la corte (la reina Margarita, el propio Lerma), pero, ante todo, los criterios de seguridad del Consejo de Estado, marcados por las necesidades de la política exterior. La raíz del problema era la resistencia a la asimilación de los moriscos. El Consejo temía que éstos pudieran actuar como "quinta columna" de Francia, de los musulmanes de África del Norte, o de los turcos. El proceso de deportación comenzó en otoño de ese año en el reino de Valencia y continuó en los años siguientes en toda la Península. La medida tuvo graves consecuencias demográficas y económicas, pues España perdió unos 300.000 habitantes (Domínguez Ortiz), que, en su mayoría, eran buenos campesinos y artesanos. Pero, en principio, la expulsión produjo un ambiente de euforia oficial y popular que impidió que se analizaran con lucidez sus consecuencias hasta la década de 1620.

La decisión de expulsar a los moriscos, tomada sin consultar a los reinos orientales, agravó el clima de descontento que se respiraba en éstos. La situación era especialmente preocupante en Cataluña, donde se vivía una grave crisis económica. A partir de 1615, el gobierno decidió cambiar la política de contención que había mantenido hasta entonces. El duque de Alburquerque, virrey de 1615 a 1618, intentó atajar el bandolerismo (una de las principales lacras que padecían los países catalanes) y se apoyó en las ciudades para poner freno al poder de la aristocracia. Pero bajo su sucesor, el duque de Alcalá (1618-1621), la decisión del gobierno de reclamar para la Corona la quinta parte de los ingresos municipales desató la oposición de la aristocracia rural y de las oligarquías urbanas. Aunque la situación se mantuvo estancada durante el resto del reinado, la gran rebelión catalana de 1640 (véase: Corpus de Sangre) estaba ya en el ambiente.

Por lo que se refiere a Portugal, el gobierno de Felipe III conculcó a menudo la personalidad jurídica e institucional del reino. Las medidas tomadas por Lerma, siempre supeditadas a los intereses castellanos, fueron muy impopulares y provocaron un creciente descontento hacia la monarquía de Madrid.



En lo que respecta a la política económica, Felipe III heredó de su padre una enorme deuda de Estado, que los gastos suntuarios de la corte no hicieron sino aumentar. Para paliar la situación financiera, se recurrió a la reducción de gastos de defensa y a la devaluación monetaria. Las alteraciones de la moneda de 1599, 1602 y 1603 provocaron la retirada de la circulación del oro y la plata, la devaluación del vellón y el agravamiento de la crisis financiera de la Corona por el desfase que suponía pagar en el interior con moneda de vellón y en el exterior con oro y plata. Consecuencia lógica de esta errática política monetaria fue la bancarrota de 1612.

Integrantes: Génesis Gonzalez
                  Maria Laura Alcalá

Contexto social-económico de la España de Felipe III y Felipe IV


Contexto

Político y económico: la situación económica española en los momentos finales del reinado de Felipe II es de bancarrota total. En el siglo XVII gobernarán tres reyes: Felipe III, Felipe IV y Carlos II, que dejarán el poder en manos de hombres de confianza, también llamados privados o validos, a menudo elegidos equivocadamente. El empobrecimiento económico y financiero a lo largo de todo el siglo XVII crece vertiginosamente ayudado por la expulsión de los moriscos, las guerras, el hambre, la peste.

Social: como consecuencia de la ruinosa economía agrícola existe un éxodo de gentes del campo a la ciudad que provoca una incipiente masificación de las ciudades. Entre la población de éstas aumenta el número de soldados licenciados, sin oficio ni beneficio, de vagabundos, parados y pillos, todos ellos personas sin arraigo ni ideales, escépticos y desengañados.


La sociedad española sigue dominada por el alto clero y la alta nobleza; esta última se reduce en número y aumenta en riqueza. La vida económica se apoya en una burguesía que realiza pocos progresos y un campesinado donde cada vez hay más propietarios y menos jornaleros. En definitva hay un gran contraste entre los lujos de la corte y la pobreza de la mayor parte de la sociedad.



Ideológico: tienen su origen en todas las causas anteriores. La situación de crisis conduce aldesengaño, al pesimismo que lo inunda todo. El hombre desconfía de todo y su existencia se convierte en una lucha feroz que le supone “vivir al acecho”. El mundo se representa como algo confuso que el artista barroco representa como un “laberinto”.

Integrantes: Génesis Gonzalez
                  Maria Laura Alcalá

martes, 24 de mayo de 2016

Felipe III y Felipe IV

  En el siguiente video se relata breves pasajes de lo que aconteció durante los reinados de Felipe III “el piadoso”, en el cual España consiguió su máxima expansión territorial y de Felipe IV “el grande” o “el rey planeta”, su reinado compartió responsabilidad junto con el emblemático Conde Duque de Olivares, quienes se dedicaron a mantener en un principio la permanencia del reino, pero las constantes enfrentamientos contra la Europa protestante y la Francia Católica ocasionaron su declive. También hace un breve recorrido por la obra artística del pintor Diego Velázquez durante el reinado de Felipe IV, a partir del minuto 36 aproximadamente.


Por: Eslany Indriago y Milimar López

Carlos II
(1665-1700)
     Carlos II, llamado también el Hechizado, nació el 6 de noviembre de 1661. Era hijo de Felipe IV y de Mariana de Austria. A la muerte de su padre heredó todas las posesiones de los Austrias españoles, entre ellas Sicilia. Fue rey de España de 1665 a 1700. De constitución enfermiza, débil y de poca capacidad mental, hasta 1675 ejerció la regencia su madre, quien confió el gobierno a validos, al jesuita alemán Nithard hasta 1669 y a Fernando de Valenzuela. De 1677 a 1679 gobernó Juan José de Austria, enemigo de la reina madre, y posteriormente, hasta 1685, el duque de Medinaceli y el conde de Oropesa.
     A la edad de 18 años Carlos II se casó en primeras nupcias con María Luisa de Orleans, hija del Duque Felipe de Orleans, hermano de Luis XIV y de Enriqueta Ana de Inglaterra. Diez años más tarde murió la reina y en 1690 tuvo lugar el segundo matrimonio del monarca con Mariana de Neoburgo, hija del elector Felipe Guillermo del Palatinado, Duque de Neoburgo. Carlos II no tuvo descendencia con ninguna de sus dos mujeres, dando lugar al problema sucesorio que trajo como consecuencia el final de la dinastía de los Austrias españoles.
      La desastrosa situación económica y la crisis política y social heredadas del reinado de su padre Felipe IV unida a la ineficacia e incapacidad de los gobernantes acrecentaron la crítica situación de España y en especial de Castilla dando lugar a una serie de devaluaciones monetarias que alcanzaron el culmen con la deflación de la moneda de vellón en 1680 y la posterior caída de la actividad económica. En nada contribuyeron a mejorar esta situación los validos encargados del gobierno, sólo el Conde de Oropesa realizó una política firme de reducción de impuestos y contención del gasto público. La vida del país se caracterizó por una crisis económica endémica, aunque en Aragón y la zona del mediterráneo se produjo un movimiento de recuperación. La crisis interna del reinado de Carlos II había ido propiciando la descentralización de los territorios de la Corona de Aragón mediante un programa neoforalista y el desarrollo de las estructuras económicas, aprovechando para ello su posición geográfica y sus recursos naturales.
     Durante su reinado tuvieron lugar dos guerras contra Francia, En 1684 en Ratisbona se firmó una tregua de veinte años con Francia, tregua que fue rota en 1690 al concluirse una alianza entre España, Inglaterra, los Países Bajos y el Imperio dando lugar a un tercer enfrentamiento bélico que duraría hasta 1697. Los ejércitos franceses ocuparon una serie de plazas catalanas e incluso se apoderaron de Barcelona en 1697 En esta tercera guerra contra el vecino país, España intervino en las filas de la Liga de Ausburgo, junto al Imperio, Austria, Suecia y el Papado. La guerra finalizó con la paz de Rvswick. La primera derrota seria de la política exterior de Luis XIV, que se vio obligado a ceder a España plazas en Cataluña. Flandes y Luxemburgo, mostrando así su interés por conseguir para los Borbones la sucesión al trono español.
     Los años últimos del reinado de Carlos II estuvieron marcados por la locura del monarca, producto de las presiones políticas y las intrigas palaciegas, y por el problema sucesorio, como consecuencia de la inexistencia de hijos. Ante esta última cuestión se avivó una pugna por hacerse con el trono y con su herencia. En un principio, el candidato designado era José Fernando Maximiliano, hijo del elector de Baviera, pero éste falleció en 1699, y volvió a presentarse el problema de elegir entre el archiduque Carlos, hijo del emperador Leopoldo y biznieto de Felipe III, y Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV y biznieto de Felipe IV. Esto provocó una contienda por la sucesión al trono español en la que intervinieron las principales potencias europeas. La Corte se dividió en dos bandos, por un lado la reina apoyaba al candidato austríaco, y por otro Carlos quien pensaba que sólo el apoyo de Francia podía asegurar la conservación de la monarquía en toda su integridad territorial. Todo esto le hizo decidirse por Felipe, y sin ceder a presiones mantuvo su elección hasta el final dejándolo por escrito el 2 de octubre de 1700 en el testamento que hizo un mes antes de su muerte.
     Por tanto, Carlos II expiraba en Madrid, a la edad de cuarenta años, dejando un testamento sucesorio que provocaría una guerra, la guerra de sucesión que daría paso a una nueva dinastía en la monarquía de España, la de los Borbones.
Por Eslany Indriago y Milimar Lopez.
Felipe IV
(1621 - 1665)

 Felipe IV (Valladolid, 1605 - Madrid, 1665), hijo de Felipe III y Margarita de Austria, reinó entre 1621 y 1665, tras el inesperado fallecimiento de su padre el 31 de marzo, recién cumplidos los 16 años. En 1608 juró como príncipe y futuro rey de España (concepto que incluía Portugal, con su extenso imperio). Desde los reyes visigodos solamente Felipe III y él mismo tenían tal título. Como heredero recibió una educación propia de su rango, mostrándose despierto en el aprendizaje del oficio real. Por los intereses de la monarquía se concertó su primer matrimonio con Isabel de Borbón (1615), a una edad muy temprana, con 10 y 12 años, respectivamente. En 1648 se casó con Mariana de Austria y de ambos matrimonios nacieron doce hijos, de los que solamente tres sobrevivieron: María Teresa (futura esposa del rey de Francia, Luis XIV, cuyo matrimonio permitió el acceso de los Borbones al Trono de España), Margarita Teresa y el futuro Carlos II. Además tuvo varios hijos naturales, siendo el más célebre Juan José de Austria (1629-1679), fruto de una relación con una conocida actriz, la comedianta Josefa Calderón.
     El monarca fue un mecenas de las artes y las fiestas en la Corte, promoviendo la creación literaria, artística y teatral. Al igual que Felipe III, el monarca cedió los asuntos de Estado a la figura de los validos como favoritos reales, entre los que cabe destacar el Conde-Duque de Olivares (1621-1643), que intentaron acaparar las principales funciones del gobierno de la Monarquía. Los influyentes personajes de la Corte confiaban que el nuevo soberano llevaría a la monarquía hispánica a recuperar el prestigio y poder de tiempos pasados. Pronto se desvanecieron las expectativas ya que el monarca no se adaptó al modelo burócrata de Felipe II.
     El reinado de Felipe IV, que intentó tener un carácter reformista, afrontó una recesión económica, con cuatro bancarrotas de la Real Hacienda (1627, 1647, 1656 y 1662). La crisis económica, que también se dejó sentir en Europa, tuvo una mayor repercusión en España por los elevados costes financieros de la política exterior que provocó una subida de impuestos, la retención de las remesas de metales preciosos de las Indias, la venta de juros y cargos públicos, revueltas contra el centralismo castellano,...
     La agresiva política exterior de Olivares en Europa pretendía mantener la hegemonía española en el continente, y para ello no se escatimaron recursos contra los dos conflictos principales (las Provincias Unidas y Francia): Tregua de los Doce Años con las Provincias Unidas (1621), rendición de Breda (1624-1625), Guerra de los Treinta Años (en apoyo de los Habsburgo austríacos), Guerra de Sucesión de Mantua (1629-1631), conflictos bélicos con Inglaterra y Francia,...
     La política exterior del Conde-Duque tuvo repercusiones negativas en el ámbito nacional. Los reinos de la Corona de Aragón se rebelaron cuando se les reclamó una aportación para financiar las campañas europeas; en 1640, el Principado de Cataluña (los segadores congregados en Barcelona con motivo de la procesión del Corpus Christi se sublevaron y, tras asesinar al virrey, proclamaron la secesión de Cataluña) y Portugal se sublevaron contra Felipe IV, motines que produjeron la caída del Conde-Duque, sustituido por Luis de Haro. El Tratado de Westfalia (1648) reconoció la independencia de las Provincias Unidas mientras que por la Paz de los Pirineos (1659) España cedía a Francia el Rosellón, parte de Cerdaña y los Países Bajos.
     En los últimos años del reinado, la Monarquía está sumida en una profunda recesión y crisis, en la que la autoridad real estaba cuestionada por amplios sectores sociales, además de las campañas militares contra Francia e Inglaterra. En el mismo año que muere Felipe IV (1665) se produce la derrota de España ante Portugal. Los 44 años de reinado de Felipe el Grande sellan la pérdida de la hegemonía española en Europa ante la indiferencia de una empobrecida población.
     En el marco de los actos conmemorativos del IV centenario del nacimiento del monarca, la Real Academia de la Historia celebra en abril de 2005 un ciclo de conferencias, que han sido recopiladas en Felipe IV. El hombre y el reinado. Según su coordinador, José Alcalá-Zamora y Queipo de Llano, se ha pretendido revisar la personalidad y obra de Felipe IV frente a las ideas defendidas por los historiadores que califican este reinado bajo la denominación de «Austrias menores». Según Alcalá-Zamora, «pese a los errores y fracasos de la política de su reinado, éste fue uno de los más decisivos y, tal vez, el momento mayor de nuestra historia cultural. Si no aplausos entusiastas, la figura de Felipe IV sí merece interés y respeto, un rey contradictorio, al igual que la España que le tocó vivir, aquella España tan piadosa como pecadora, tan triunfante como anunciadora de su próximo declive, tuvo su reflejo en un monarca atractivo e inteligente, pero débil de carácter». No se debe olvidar que Felipe IV recibió una esmerada educación y su gran curiosidad le acercó a muchas ciencias y saberes, de ahí que formara una magnífica biblioteca, con varios millares de títulos. Además, también fue un gran coleccionista de pinturas, que con el paso del tiempo serían el núcleo del Museo del Prado. Todo ello hizo que Felipe IV fuera un generoso mecenas; así, las artes, las ciencias, las letras y la política fueron sus preocupaciones básicas durante el reinado.
Por: Eslany Indriago y Milimar Lopez

Felipe III
(1598 - 1621)

  Nació el 14 de abril de 1578 en el Alcázar de Madrid siendo el último hijo sobreviviente de Felipe II y Ana de Austria, ya que fue el cuarto de los cinco hijos del cuarto matrimonio de Felipe II con la archiduquesa Ana de Austria.
     A la muerte de su padre, en septiembre de 1598 ocuparía el trono de España y Portugal, ya que Felipe II consiguió la unidad ibérica en 1581 con la anexión de los territorios de Portugal a la corona española.
     En abril de 1599 contrajo matrimonio con su prima Margarita de Austria, con la que tuvo ocho hijos.
     Durante su reinado, el sistema de gobierno fue el mismo que el de los primeros Austrias, aunque pronto se sustituyó por el poder delegado en un valido, debido a la insuficiente capacidad del monarca. Así, desde el comienzo de su reinado, el monarca puso los asuntos de Estado en manos de su valido Francisco de Sandoval y Rojas, marqués de Denia y, más tarde, duque de Lerma. Fue el primero de la serie de validos que rigieron los destinos de España a lo largo del s. XVIII.
     Entre 1601 y 1606 la Corte se estableció en Valladolid.
     Aunque continuó la política de hostilidad con los turcos otomanos, y se enfrentó a la enemistad habida con la República de Venecia y el ducado de Saboya, la política exterior de Felipe III se orientó hacia la pacificación.
     En 1609 se firmó la Tregua de los Doce Años con los Países Bajos, que representaba el reconocimiento oficial de la existencia de Holanda. Esta paz permitió al gobierno enfrentarse con el problema de los moriscos, cuya integración en la sociedad española se había hecho muy difícil tras las sublevaciones de las Alpujarras, siendo ese mismo año, 1609, cuando decidió su expulsión por motivos religiosos y de seguridad interior.
     Pero este periodo de paz finalizó en 1618 al comenzar la guerra de los Treinta Años en la que España apoyó al emperador Fernando II de Austria contra el elector del Palatinado, Federico V.
     También en 1618 y debido al deterioro de la situación política y la crisis económica Felipe III se vio obligado a sustituir a Lerma por su hijo, el duque de Uceda, pero limitándole en sus funciones y por tanto, restándole poder.
     El reinado de Felipe III supuso el mantenimiento de la hegemonía española en el mundo, pero sus dificultades económicas y la cesión del gobierno a privados o validos predecía ya el declive del Imperio.
     El 21 de marzo de 1621, atacado de fiebres y de erisipela, expiró Felipe III, a la edad de cuarenta y tres años y tras veintidós de reinado.
Por Eslany Indriago y Milimar Lopez

Sucesión dinástica desde los Reyes Católicos a Felipe V





Por: Eslany Indriago y Milimar Lopez





domingo, 22 de mayo de 2016

Teatro barroco español

En los siguientes videos presentamos información sobre el teatro barroco español, de los reinados de Felipe III y Felipe IV.

En este se habla sobre los corrales de comedia, los lugares donde mayoritariamente se presentaban las obras de teatro de este período. Se presentan las características generales de este tipo de representaciones y se observa una guía animada por el tipo de edificio que eran los corrales de comedia.


En este se habla sobre las generalidades y características principales del teatro barroco español; sobre sus temas, la estructura de este teatro, los espacios escénicos, los personajes típicos de estas representaciones y los dramaturgos más relevantes de esta época.


E igualmente, en este se habla también sobre generalidades, temas, modalidades y autores principales del teatro del Siglo de Oro español, con la intervención del Director de las Jornadas del Teatro Clásico de Almagro, Felipe Pedraza Jiménez.

Grupo 8:
Caterine Dos Ramos
Simón Rodríguez.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Tirso de Molina: Dramaturgo Andrógino

 En el Centro Virtual Cervantes se encuentra colgado un artículo de Henry Sullivan, en el cual se analiza la expresión sexual en la obra de Tirso de Molina. Desde un punto de vista bastante abierto y profundo, se trata el travestismo teatral y sus implicaciones andróginas, que si bien no eran exclusivas para el teatro de este autor, tuvieron un papel crucial en el mismo. Acá se adjuntarán dos fragmentos, y siguiendo el link ubicado en Pasaporte del Siglo de Oro pueden leer el artículo entero.
Grupo: Barroeta Waleska y Fernando Toro.

Clasificación y análisis de la obra de Tirso de Molina.

"Se ha efectuado, pues, a lo largo de la producción de Tirso, el progresivo enriquecimiento de su obra dramática. Los sucesivos elementos que se han ido sumando a ella, como fuentes de inspiración, han determinado, fundidos unos en otros, pero con el predominio, casi siempre, de uno de ellos en cada caso, una serie de comedias que, en virtud predominio, son factibles de una clasificación no ya cronológica ni por ciclos, sino que atienda a la estructura interna de la obra y elemento embrionario de la misma.
 En unos casos, como señalé respecto a La peña de Francia, los elementos integradores están absolutamente nivelados: lo hagiográfico, lo villanesco y lo histórico, o seudohistórico. En ese caso hay que recurrir para su clasificación a la intencionalidad del autor al concebir la comedia, intencionalidad que trasciende del título, de su final, de la persistencia, envuelto a veces en la maraña de los otros dos, de uno de los elementos, etc. En otros casos, distintos elementos aparecen no mezclados, pero sí yuxtapuestos.
Y así tenemos El mayor desengaño, comedia de enredo en sus dos primeros actos, que se eleva a comedia teológico en el último. Igualmente, será la intencionalidad del autor, en este caso también, lo que me permitirá la clasificación. Pero la mayoría de las veces es clarísimo el predominio de uno solo, aunque no por ello dejen de estar representados los restantes. Así hemos de ver cómo lo villanesca y lo histórico en pocas ocasiones son absolutamente desplazados.
Ahora, bien, lo que puede hacer más factible la labor es el hecho de que algunos de ellos -como el histórico-, cuando no se emplea como elemento sustancial sino como accesorio, presentan unas facetas muy distintas en unos y otros géneros de comedias, y de esta manera su inclusión en ellas no sólo no perturba su análisis, sino que lo facilita. Considerando estas apreciaciones, creo oportuno establecer una clasificación de las obras de Tirso que sujete su producción a razones más literarias y profundas que la simple división localista fiada en el escenario de sus obras, o la derivada de la biografía del autor. Esta clasificación comprendería siete apartados que, dentro de la compleja tangencialidad lógica en toda obra de un mismo autor, ofrecen particularidades específicas a cada grupo, que señalo más adelante:

a) Teatro-religioso-simbólico (autos sacramentales); Comedias hagiográficas, que a su vez precisan una
subdivisión: a) lo específico-hagiográfico.
b) Lo histórico-hagiográfico.
c) La biografía escenificaday
d) El drama de tesis teológico; Dramas bíblicos; Comedias" (1)





De esto se concluye que, las sesenta piezas dramáticas que se le atribuyen a Tirso de Molina, poseen una amplia variedad temática. A Pesar de esto, su obra dramática se caracteriza por la enorme complicación de sus argumentos, el secreto de la intriga y la capacidad de interesar al al espectador con la infinita variedad de su imaginación

(1) Fragmento extraído de http://www.educacion.gob.es/exterior/centros/burdeos/es/materialesclase/tirsoentero.pdf resúmen de la segunda parte del texto histórico que María del Pilar Palomo dedicó a la obra de Tirso de Molina
Nota: a partir de la página 19 del archivo se desarrollan los 4 puntos enumerados arriba.

Grupo: Barroeta Waleska y Fernando Toro.