La vida diaria del trabajo con sus problemas, miserias, contingencias
como la sequía devastadora, se veía alterada en su monótono discurrir por
sucesos que rompían el ritmo de los días. Sin duda, serían tema de conversación,
este año de gracia de 1605, robos, asesinatos, estafas, castigos, que
por su carácter extraordinario gozaban de gran atracción popular. Asesinatos
hubo, como el del paje de Duque de Lerma en enero, o el de Juan
de Persia, hijo de Alí Bac Bayat «de la cámara del sufí Mohamet», por el
embajador de su nación en Valladolid, por haberse hecho católico, cuyo
entierro muestra, con viveza, el trato dado a los asesinados:
Muy sentida fue su muerte de todos cuantos le conocían y, sin embargo, su
cadáver fue puesto con poco respeto dentro de un carro de mimbres, cubierto
con un paño sucio, con las piernas de fuera y arrastrando. Seguían al carro como unos trescientos muchachos del pueblo, pugnando por destapar el cuerpo
muerto y gritando a más no poder: «¡Por Mahoma!». De esta manera le
llevaron a un barranco próximo al pueblo de Argelés, y lo arrojaron allí,
comiéndole los perros las piernas por no haberle dado decente sepultura.
También serían comentados el asesinato del emperador de Persia; la
muerte de personas importantes, como el príncipe de Piamonte, que muere
en Valladolid el 9 de febrero de «vaiolo et tabardillo», o la de Castillo
de Bobadilla, Fiscal de la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid los
primeros días de septiembre y, naturalmente, las muertes por accidente,
como la del menino de la reina, que muere ahogado en abril, o la de
una mujer en el río el 13 de mayo.
Riñas y pendencias las hubo con frecuencia: el 24 de abril entre el conde
de Saldaña y el duque de Maqueda; el 12 de mayo hieren a un correo
de su majestad que iba a Sevilla; el 24 de mayo en Salamanca entre
médicos; el 30 de mayo «il vescovo descalabrado en los descalços» en
Salamanca; el 6 de junio entre pajes, en Valladolid, por el tratamiento
de señoría y merced, y el mismo día en Salamanca el racionero Sánchez
hiere al alguacil del obispo.
Entre 1604 y 1605 se produjo la sonada estafa de 30.000 ducados por
un secretario del Consejo de Finanzas. No faltaron robos en las calles,
como el del 14 de junio en que un joven roba en Valladolid una medalla
de diamantes, aunque los castigos eran fuertes; se le condena a muerte, pero
le conmutan la pena por la de galeras toda la vida. Los azotes eran castigo
para los ladrones, así el 26 de mayo a unos niños en Salamanca, por
robo. A los rufianes se les dan 500 azotes y si intentan huir se les corta
la mano.
Demasiado particular.
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